martes, 14 de abril de 2009

Dos Granadas

Tengo una duda muy grande que me vais a ayudar a solucionar.

Veréis: estoy dándole vueltas a cuál de las dos versiones de la Granada de Agustín Lara me gusta más, si la de Pavarotti o la de Plácido Domingo.

Os voy a enseñar las dos. Aquí va la de Pavarotti:



Ahora os muestro la de Domingo:



La letra es la siguiente:

Granada, tierra soñada por mí
mi cantar se vuelve gitano cuando es para ti
mi cantar hecho de fantasía
mi cantar flor de melancolía
que yo te vengo a dar.

Granada, tierra ensangrentada
en tardes de toros.
mujer que conserva el embrujo
de los ojos moros;
te sueño rebelde y gitana
cubierta de flores
y beso tu boca de grana
jugosa manzana
que me habla de amores.

Granada manola,
cantada en coplas preciosas
no tengo otra cosa que darte
que un ramo de rosas,
de rosas de suave fragancia
que le dieran marco a la virgen morena.

Granada, tu tierra está llena
de lindas mujeres
de sangre y de sol.

Espero vuestras opiniones, tanto como si lo tenéis claro como si no. De cualquier forma, espero que las disfrutéis.

miércoles, 8 de abril de 2009

Una cuadrilla de cuidado

Aunque hace dos meses de esto, os voy a enseñar a los currantes de Castila en acción, trabajando para exprimir de la dura tierra el jugo que a nosotros nos parece oro, pero que sabe mejor. En otras palabras, el aceite.

Un buen aceite de oliva requiere una buena recogida, y ahí estuvimos, cargados con nuestras varas, nuestras espuertas y nuestras ganas de trabajar. Formaban la cuadrilla Gillian y Paul desde Australia, Caroline desde Isla de Man, Anita desde Suiza, Sarah desde Estados Unidos, Han Hsiaomei (Blanca) desde China, Antonio y Manolo desde Baeza, Rafa desde Úbeda y Víctor desde Guadix; como podéis ver, es difícil tener un grupo más variopinto que éste.

El día amenazaba niebla, pero al poco, y como recompensa a la labor realizada, se aclaró. Subió la temperatura y comenzamos a varear. En esta tarea, como en tantas cosas en la vida, hace falta una técnica, un saber hacer; es por ello que nos dedicamos con energía y atención a un tiempo a agitar las ramas y recoger con mimo el fruto. No podemos desperdiciar ni una gota, por eso hay que ir a por todas.

Pero no trabajamos todo el día, por favor. Hubo también momentos para el relax, para disfrutar del aire limpio de la sierra. En este caso, el aire venía acompañado de un delicioso aroma: el rico arroz que Juana estaba preparando para disfrute de nuestros estómagos. Hambrientos como estábamos, la comida era una merecida recompensa que, regada con el buen vino de Antonio, nos supo a gloria.

A partir de aquí llegó el otro momento esperado: el de la siesta. Junto a la piscina y con Sierra Nevada al fondo, los sueños son más dulces, y si no lo creéis, preguntad a Rafa. Creo que la disfrutó bien disfrutada.

El año que viene repetiremos. Ya os aviso que la cosecha de aceite de este año ha sido excelente, y doy fe de ello. Animaos y venid, aquí os esperamos.