Un buen aceite de oliva requiere una buena recogida, y ahí estuvimos, cargados con nuestras varas, nuestras espuertas y nuestras ganas de trabajar. Formaban la cuadrilla Gillian y Paul desde Australia, Caroline desde Isla de Man, Anita desde Suiza, Sarah desde Estados Unidos, Han Hsiaomei (Blanca) desde China, Antonio y Manolo desde Baeza, Rafa desde Úbeda y Víctor desde Guadix; como podéis ver, es difícil tener un grupo más variopinto que éste.
El día amenazaba niebla, pero al poco, y como recompensa a la labor realizada, se aclaró. Subió la temperatura y comenzamos a varear. En esta tarea, como en tantas cosas en la vida, hace falta una técnica, un saber hacer; es por ello que nos dedicamos con energía y atención a un tiempo a agitar las ramas y recoger con mimo el fruto. No podemos desperdiciar ni una gota, por eso hay que ir a por todas.
Pero no trabajamos todo el día, por favor. Hubo también momentos para el relax, para disfrutar del aire limpio de la sierra. En este caso, el aire venía acompañado de un delicioso aroma: el rico arroz que Juana estaba preparando para disfrute de nuestros estómagos. Hambrientos como estábamos, la comida era una merecida recompensa que, regada con el buen vino de Antonio, nos supo a gloria.
A partir de aquí llegó el otro momento esperado: el de la siesta. Junto a la piscina y con Sierra Nevada al fondo, los sueños son más dulces, y si no lo creéis, preguntad a Rafa. Creo que la disfrutó bien disfrutada.
El año que viene repetiremos. Ya os aviso que la cosecha de aceite de este año ha sido excelente, y doy fe de ello. Animaos y venid, aquí os esperamos.
El día amenazaba niebla, pero al poco, y como recompensa a la labor realizada, se aclaró. Subió la temperatura y comenzamos a varear. En esta tarea, como en tantas cosas en la vida, hace falta una técnica, un saber hacer; es por ello que nos dedicamos con energía y atención a un tiempo a agitar las ramas y recoger con mimo el fruto. No podemos desperdiciar ni una gota, por eso hay que ir a por todas.
Pero no trabajamos todo el día, por favor. Hubo también momentos para el relax, para disfrutar del aire limpio de la sierra. En este caso, el aire venía acompañado de un delicioso aroma: el rico arroz que Juana estaba preparando para disfrute de nuestros estómagos. Hambrientos como estábamos, la comida era una merecida recompensa que, regada con el buen vino de Antonio, nos supo a gloria.
A partir de aquí llegó el otro momento esperado: el de la siesta. Junto a la piscina y con Sierra Nevada al fondo, los sueños son más dulces, y si no lo creéis, preguntad a Rafa. Creo que la disfrutó bien disfrutada.
El año que viene repetiremos. Ya os aviso que la cosecha de aceite de este año ha sido excelente, y doy fe de ello. Animaos y venid, aquí os esperamos.
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